Historia de Brácana


Los orígenes de Brácana, al menos de la Brácana que hoy conocemos, arrancan del repartimiento de tierras que los Reyes Católicos hicieron de las mejores propiedades de los nazaríes tras la conquista de Granada.

Aunque naturalmente, y como buena tierra próxima a un río, es depositaria de una tradición milenaria que hunde sus raíces en época prehistórica. Está documentada, en el Paleolítico inferior, hace unos 600.000 años, las trazas  por la Vega de Granada, de la cultura Achelense, buenos cazadores, que nos han dejado una abundante industria de lascas con raederas, raspadores, escotaduras y perforaciones. El hombre de neardental anduvo por el Cortijo de Villasol, junto a la localidad de Villanueva de Mesía y es de sobras difundida la importancia de los asentamientos en la región montañosa del noroeste de la provincia, en Moclín y Montefrío donde poblaciones neolíticas desarrollaron ya una relevante economía pastoril durante las culturas de la Edad de Bronce. Es en la etapa final de este bronce cuando los habitantes de la Vega de Granada entran ya en contacto con las culturas fenicias que han llegado a las costas malagueña y granadina. Hacia el 600 a.C. la Cultura Ibérica inicia su desarrollo en la Alta Andalucía y Brácana viviría la influencia de túrdulos, oretanos y fundamentalmente bastetanos (con capital en Basti, Baza) y de su cultura ligada a la explotación del mineral de hierro.

Durante la fase de apogeo de la cultura ibérica bastetana, dos ciudades cuyo nombre se conocerán más tarde al aparecer en monedas y lápidas epigráficas, se disputarán la explotación de la Vega de Granada. Se trata de Ilurco, población emplazada sobre el Cerro de los Infantes, y de Illíberis, la actual Granada, con necrópolis situadas en la colina del Mauror y en la colina del Mirador de Rolando, por ser aquí donde el comerciante genovés Orlando de Levanto, edificó en el siglo XVII el que pudiera considerarse primer Carmen de la ciudad de Granada.

Pero la entrada de Brácana en la Historia, es decir, la inclusión de un núcleo urbano con su nombre específico está ligado a un suceso de gran magnitud como fue la conquista de Granada por los Reyes Católicos. En 1492, Diego Dávila, un noble capitán al Servicio Real recibe en pago a sus trabajos las tierras de Brácana, Turillas, Navazo, Mairena y Torremilanos, citadas entonces como "tierras y casas en las Villas de Illora y Moclín y Colomera, en el Cortijo de Turillas". El legajo 5º referido a Brácana y Turillas fija la fecha en el 26 de marzo de 1492, -cuando había transcurrido apenas dos meses de la entrada de los Reyes Católicos en Granada- como la fecha del repartimiento y , por tanto, del origen de la localidad.

Diego Dávila no sólo fue un esforzado capitán, perteneciente a la más rancia nobleza castellana como Hernán Pérez del Pulgar, sino que su nombre aparece asociado a la leyenda del Ave María.

Cuenta la tradición que en los días en que ya se cerraba el cerco sobre Granada el renombrado Hernán Pérez del Pulgar, en el sitio de Santa F,e concibió una hazaña para demostrar el poderío y el arrojo de los soldados castellanos. La idea no era otra que tomar posesión de la gran mezquita en nombre de los Reyes de Castilla y Aragón dejando clavado en su puerta un pergamino con las palabras  Ave María, para salir después corriendo no sin pegar fuego a Granada.

Dicho y hecho. Sólo permitió Pulgar que le acompañase su fiel escudero Pedro y cuatro caballeros, entre los que se citan a Gonzalo de Córdoba, a Juan Chacón, a  Diego Dávila y al siempre leal Francisco de Bedmar. Juntos penetraron en Granada y subieron desde la confluencia del Darro y el Genil hasta la antigua madraza y a la puerta de la mezquita donde solemnemente Pérez del Pulgar clavó el pergamino diciendo "Sed testigos de la toma de posesión que realizo en nombre de los reyes y del compromiso que contraigo de venir a rescatar a la Virgen María a quien dejo prisionera entre los infieles".

Los caballeros se dirigieron luego a la Alcaicería y allí pegaron fuego a dos o tres de las primeras puertas. El fuego alertó a la guardia y se libró una batalla de la que los castellanos salieron vencedores gracias a su arrojo. La confusión fue aprovechada para ganar de nuevo el río y salir de nuevo hasta el Real de Santa Fe donde la hazaña valdría a Pérez del Pulgar un nuevo cuartel en su escudo y el derecho a ser enterrado en la futura Catedral de Granada.

Con ser grande la participación de Dávila en esta hazaña, lo que hizo imperecedera su memoria es su participación en la prisión del Rey de Francia, Francisco I en la batalla de Pavía. Dávila sería quien pediría al Rey una prueba de su rendición y recibiría el estoque manchado de sangre y una manopla.

A la muerte de Diego Dávila, las propiedades pasarían a manos de su hijo García Dávila, que aparece citado ya en los libros que se conservan en el Archivo de la Real Chancillería de Granada, ( libro 1º de Illora, nº 108, folios 166 a 174), como primer señor de Brácana y Caballero 24 de Granada. Los Caballeros 24 fueron los regidores designados por los monarcas y constituían el concejo o ayuntamiento de las ciudades, junto a dos alcaldes, un alguacil mayor, 20 jurados y 20 escribanos.

La propiedad  sobre el Cortijo de Brácana es confirmada el 22 de junio de 1511 por el Emperador Carlos V en Sevilla y del 9 de abril de 1612 se conserva un testimonio del Licenciado Jerónimo de Rivera Alcalde Mayor  de Granada confirmando la Cédula de los Reyes Católicos y la Merced del repartimiento a nombre de García Dávila.

Población y sociedad en la edad media y primeros años de la conquista

Pero junto al nombre de García Dávila aparecen citados en esos libros los nombres de numerosos jornaleros del Cortijo de Brácana, algunos con propiedades, cuyos apellidos, en algunos casos, llegan hasta nuestros días ligados a nuestra localidad.

Apellidos como Leyva, Navarro, Castro y García se suceden a lo largo de los folios conservados. Los jornaleros aparecen ordenados por sus nombres de pila: Alonso de Castro, Ana Calvo Jiménez y Antonio Rodríguez Montoro, Andrés de Leyva y Alonso Varrera Cervera, Bartolomé López Escudero y Cristóbal Cantero, Francisco del Conde y Cristóbal del Conde, Francisco Fernández del Castillo, Gaspar Martín de Hervás y Gaspar Sánchez del Río....Se citan viudas como Isabel Ruiz de Vílchez y Antonia Calvo Jiménez..... Hasta 52 familias aparecen reseñadas en la documentación  existente en el Archivo de la Real Chancillería como labradores, jornaleros, vecinos en suma del Cortijo de Brácana.

Algunos como Juan López Escudero, Ana Calvo Jiménez o Juan Gutiérrez Pozo disfrutaban - a tenor de sus propiedades- de una posición  holgada, al tener casa de labranza, cabezas de ganado vacuno, ganado caballar, cerdos, olivar de riego y colmenas...

Juan Ruiz del Olmo tiene una casa en la calle Santa Catalina y Juan Jiménez Aguilar en el pago de Santa Ana un olivar de riego con más de 39 árboles.

Por su trabajo los jornaleros reciben una media de 549 reales año, mientras que los los arrendatarios de tierras pagan en especie, habitualmente con gallinas, sobre los rendimientos que se presupone podían obtener. Los primeros años de la conquista no suponen de hecho  un cambio sustancial en el reparto de la propiedad de la tierra respecto a la situación en la época medieval donde aparceros y colonos labraban y cultivaban a las órdenes de los correspondientes procuradores del titular de la propiedad. En la mayor parte de la vega se registran pequeños propietarios comarcanos que encuentran en el trabajo una forma de completar sus ingresos. El propietario debía proporcionar semillas y el material para explotar aquellas, pagando el quinto de la cosecha en concepto de alquiler y el diezmo. En lo que toca a tierras regables, se admitía que el propietario suministrara la mitad de la simiente y el trabajador la otra mitad, comprometiéndose a cosechar a su debido tiempo y a vender los frutos en el mercado más próximo, debiendo luego repartir el producto de la venta. En etapa árabe este tipo de contrato recibía el nombre de muga'rasa.

Posiblemente en Brácana se funcionase así durante toda la etapa medieval. En la Historia de Granada, de los profesores Peinado Santaella y López de Coca Castañer, aparece citada "la alquería de Turillas, donde el apeo de las tierras regadas revela la existencia de parcelas que no superan la extensión de tres marjales, siendo numerosas las que alcanzan sólo una fracción del marjal; también que los vecinos del lugar poseen 22 marjales en Jete, 18 en Otívar y 40 en Cázulas, mientras que otros 18 marjales de Turillas están en manos de forasteros".