Despedida de D. Juan Carlos
ALGO SE
MUERE EN EL ALMA CUANDO UN AMIGO SE VA
Un buen
día llegó D. Juan Carlos a tomar posesión de las parroquias de
Alomartes, Brácana y Tocón. Era un cura grande corpulento y
bonachón, joven y con un gran corazón.
La
presencia en los tres pueblos le lleva mucho tiempo y
dedicación. Pero eso no le quita para ser hombre de oración
Entregado
al servicio de cura por vocación, no para día y noche para
hacer bien su gran misión, atender a todos sin excepción
pequeños jóvenes y más mayor.
Siempre
alegre y con un gran corazón se da por entero a tan loable
misión.
Dicen los
pesimistas que no tienen presencia de Dios, el mundo no hay
quien lo arregle y tienen parte de razón. Pero se han olvidado
de lo más grande, que en este mundo existe Dios.
Con
sacerdotes como éste, mueven a la conversión, que suerte la
nuestra, tenerlo a mano y escuchar sus platicas y buen sermón,
porque sus palabras siempre nos llegan al corazón.
Aquí
llega la libertad de todos los hombres y mujeres e hijos de
Dios, si queremos poner en práctica lo que por los oídos nos
entró, de esta gran doctrina que nuestro párroco siempre sembró.
Podemos
cambiar el mundo, empezando por nuestro interior sin dar recetas
mágicas a los que no piensan como yo.
Ejemplo
es lo que nos piden a voces los que no creen en Dios.
El mundo
está falto de sacerdotes, hombres y mujeres de oración, por eso
tenemos que seguir rezando para que los sacerdotes sean hombres
de Dios.
Te
despedimos con cariño, diciéndote hasta luego, porque gracias a
Dios en la iglesia no hay distancias, a través de la oración,
vivimos una única fe que nos sirve de unión aquí en Méjico o en
Fernando Po.
D. Juan
Carlos que la Virgen te acompañe en tu magnífica labor, nunca
estarás solo porque contigo siempre estará Dios y este puñado de
feligreses que te apreciamos te queremos y decimos a coro viva
la madre que te parió.
Firmado: Luis Rodríguez Gutiérrez
|